El mito de Balder

dios Balder.
El dios predilecto, el favorito por más dulce hermoso y complaciente con los hombres, no sólo era el dios más venerado por los humanos, sino también era el hijo predilecto de Odin y de Frigg. Sus cualidades físicas no tenían fin, pues poseía unos rasgos de gran belleza de los que parecían brotar rayos de luz, sus cabellos eran de un blanco prístino.
Pero no sólo los dones físicos adornaban la figura del dios, también era considerado el más sabio y elocuente de los dioses. Habitaba en la morada celeste llamada Breidablik, en un lugar donde nada maligno o sucio podía entrar.
Sin embargo, esta adoración provocó la envidia de otros dioses, en particular de su hermano Loki, que estuvo detrás de su muerte.
El gran dios vivía atormentado por terribles sueños que le mostraban que su vida estaba en gran peligro, ante su temor decidió comunicárselo al resto de los dioses a los que había reunido en asamblea, quienes, entristecidos, decidieron conjurar los peligros que le amenazaban.
Frigg prometió por el fuego, el agua, el hierro y todos los otros metales, al igual que por las piedras, la tierra, las enfermedades, las bestias, los pájaros, los peces y los reptiles, que ninguna de esas cosas podría dañar a su amado hijo; sin embargo, Odín temiendo que ese hecho significara que la prosperidad de los dioses hubiese llegado a su fin, buscó la respuesta en otro lugar. Ensilló su caballo, Heipner y cabalgó hacia el Niflheim, donde el perro de Hel acudió a su encuentro; mientras el gran dios avanzaba, la tierra temblaba bajo él y llegó a la alta morada de Hel.
Allí ante la adivina, preguntó si el mundo de los dioses estaba llegando a su fin, y si Balder terminaría muriendo y dando paso a nuevos tiempos. Hel se enfadó mucho por haber sido perturbada en su lugar de reposo.

Mientras, se supo que no había nada en el mundo que pudiera dañar a Balder, los dioses en sus reuniones adquirieron la costumbre de rogarle que les sirviera de objetivo, así unos le lanzaban dardos, otros piedras, mientras que otros le cortaban con sus sables y sus hachas de batalla; le hicieran lo que le hicieran, nadie podía hacerle daño, lo que todos consideraban un gran honor para el dios.
Sin embargo, cuando Loki presenció esta escena, se sintió muy molesto porque Balder no recibía ninguna herida, así que tomando la forma de una mujer muy esbelta, se encaminó a Fensal, la morada de Frigg.
Cuando llegó allí la grandiosa le preguntó si conocía lo que hacían los dioses en sus reuniones, ésta respondió que lanzaban dardos y piedras a Balder sin conseguir herirlo. Frigg se vanaglorió de haber conseguido que todos los elementos de la tierra hubiesen prestado el juramento de no hacer daño a su hijo, ante la extrañeza de Loke, la diosa reconoció que sólo un pequeño arbusto que crecía sobre el lado oriental del Valhal, el muérdago, no lo había realizado, ya que era demasiado joven y débil para exigírselo.

En cuanto Loki supo esto, se marchó, y tras recobrar su forma primitiva arrancó el muérdago para volver al lugar donde estaban reunidos los dioses. Allí encontró a Holder, que se mantenía alejado sin tomar parte en el juego, Loke se dirigió a él y le dijo que tirara algo sobre Balder, a lo que Holder respondió que él era ciego, por lo que no podía ver dónde estaba el dios y además no tenía nada que arrojarle.
Pero Loke insistió y entregándole el tallo del muérdago le indicó dónde se encontraba el dios y le pidió que se lo lanzara, Holder tomó y conducido por Loke, se lo lanzó a Balder, que cayó inanimado, atravesado de parte a parte.
Cuando cayó Balder, los dioses se quedaron sin voz, paralizados de horror, luego se miraron unos a otros; todos estaban de acuerdo en querer apoderarse de quien había realizado la acción; pero, por respeto a la santidad del lugar donde se hallaban reunidos, debieron posponer su venganza.

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